En la oscuridad de la plena noche, el silencio absoluto se
corrompe. ¡Es la orquesta de la ciénaga!.
El calor aprieta y empuja a la cigarra a la trasnoche. Dos
tortugas carey hacen de bongó para el manatí. ¡Suena un cha cha chá!
Mientras el día duerme, bailan las ranas con los mosquitos.
¡Mambos! ¡Salsas! ¡Bachatas!
Desde la marisma, los renacuajos gritan: ¡Es la fiesta del
amor! y todos se alborozan, y todos ríen. Ninguno llora. Nadie siente dolor.
Usando el agua de espejo, la luciérnaga se refleja y se hace
señales. Se habla a si misma, practicando una improvisada invitación.
Ya confiada en su intención, vuela a su par, y con su
lucecita le dice: ¡Cariño mío! ¡Te invito a bailar! ¡Vamos a volar! ¡Hoy me
quiero casar!
Batiendo sus alas, a la pista salieron a bailar, y confiando
en su propio destino, desde ese día, nunca más se dejaron de alumbrar.
Marcelo Perrone
Marcelo Perrone
1 comentario:
Preciosa poesía,enamorada quedé.
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